El deseo es un concepto extremadamente abstruso en el aparato conceptual psicoanalítico. Se trata de un concepto difícil de comprender por cuanto alude a algo insusceptible de ser conocido. Así, ignorar el propio deseo –por definición inconsciente– evidencia la escisión de todo sujeto que acusa siempre una distancia frente a aquello que vertebra su anatomía psíquica y que al mismo tiempo le aparece como inaprehensible. No otro es el objetivo de un análisis: dilucidar el deseo que formación de lo inconsciente atenaza.
Partiendo de que la gramática es, entre otras cosas, el estudio descriptivo del estado que guarda en un momento dado de su evolución el sistema de la lengua atendiendo las formas de la expresión (o significante) y las formas de contenido (o significado), en lo que sigue presentaré de manera breve la escrupulosa reflexión que Lacan dedicara a este objeto de conocimiento que es el deseo entre los años 53 y 58 del siglo pasado explicitando aquellos puntos de quiebre que evidencien mejor las distintas formas de expresión y contenido sufridas por el concepto a lo largo de un lustro. Me concentraré en cuatro de los escritos lacanianos para mostrar cómo fue que esta categoría sufrió transformaciones radicales en dicho periodo; tales reformulaciones conceptuales tendrían consecuencias clínicas y epistemológicas que a la distancia pueden y deben calibrarse puntualmente.