Título: Estudio floristico del Rif occidental calizo (N. de Marruecos)
Autores: Mateos, M. A.
Fecha: 2003
Publicador: Dialnet (Tesis)
Fuente:
Tipo: text (thesis)
Tema:
Descripción: Se ha realizado un estudio Florístico del Rif Occidental Calizo, situado en la provincia de Chefchaouen, en Marruecos. El área de estudio posee una superficie de 70.000 ha. Y está limitada al N por el mar Mediterráneo, al W por el río Laou, el E por el río Bouhya y al S por los cursos altos de ambos ríos, salvando de valle de Ametras por la curva de nivel de los 900m. El grandiente altitudinal en la zona es grande, 2159 m. Estando presentes en la misma una diversidad de sustratos bastante importante. Este estudio revela que la flora del Rif Occidental calizo se compone de un total de 1520 taxones, pertenecientes a 125 familias, 579 géneros, 1430 especies, 326 subespecies, 41 variedades, 2 formas y 19 híbridos. De ellos, se citan por primera vez en el Rif Occidental 135 taxones, seis de los cuáles se indican por primera vez para la flora de Marruecos mientras que otros cinco son citados por vez primera en el N de Marruecos. Predominamos los taxones cuya área de distribución comprende la Región Mediterránea en sentido amplio, con frecuencia junto a otras regiones biogeográficas cercanas, fundamentalmente la Región Macaronésica. En el Rif Occidental se encuentran 83 endemismos ibérico-marroquíes, 12 endemismos bético-rifeños, 59 endemismos marroquíes, 23 endemismos rifeños y 39 endemismos estrictos del Rif Occidental. De los taxones estudiados 39 son alóctonos, procedentes en su mayoría del continente americano. En el Rif Occidental los bosques mejor conservados y extensos son los abetales, cedrales, pinares y quejigares, que en las montañas calizas de la zona forman unas comunidades de extraordinario valor ecológico. En la Región Mediterránea se encuentran algunos de los ecosistemas terrestres más complejos y ricos en endemismos del planeta. Se ha estimado en 25.000 el número de especies que integran la flora de esta región (QUÉZEL, 1985), con una riqueza específica mucho mayor de la que se da por el Norte (la parte europea no mediterránea cuenta apenas con 6.000 especies), o por el Sur, en el Sahara. Otro indicador de la riqueza específica de la Región Mediterránea es el elemento endémico. QUÉZEL (l.c) estima que más de la mitad de las especies presentes en la zona son endemismos mediterráneos, mientras que GREUTER (1991) ha fijado esta cifra en el 63,95%. Los endemismos de la parte mediterránea de Europa constituyen el 80% de todos los endemismos europeos (GÓMEZ CAMPO, 1983). Respecto al Mediterráneo Occidental, HEYWOOD (1991) estima en 10.000 el número de especies presentes, con un elemento endémico que oscila entre un 25 y un 30%. En esta zona se da el máximo de diversidad vegetal de todo el Mediterráneo, especialmente en la Península Ibérica y en el NW de África, que estuvieron expuestos en menor medida que otras zonas a todos los acontecimientos paleoclimáticos que ocurrieron desde el Mioceno hasta el momento actual (GÓMEZ CAMPO, 1983). Estos acontecimientos provocaron en otros lugares una fuerte extinción de especies, mientras que en el Mediterráneo Occidental no ocurrió debido en gran parte al efecto amortiguador del océano Atlántico sobre los cambios climáticos, que no sólo evitó la extinción masiva de especies sino que provocó su evolución y diversificación. La presencia en la Península Ibérica y NW de África de cadenas montañosas de dirección W-E (sierras Béticas, Rif) facilita también la supervivencia y evolución de las especies vegetales, no sólo por la compartimentación geográfica que producen, sino también por la posibilidad de absorber cambios climáticos (glaciaciones, por ejemplo) con migraciones altitudinales, descendiendo las especies en los periodos más fríos y ascendiendo en los más cálidos. Ello hace de estos sistemas montañosos de la parte occidental mediterránea un importante refugio de biodiversidad. El Estrecho de Gibraltar separa a dos regiones, Andalucía (España) y el Rif (Marruecos), que tienen el mismo origen geológico (DIDON, DURAN-DELCA & KORNPROBST, 1973; DURAND-DELGA & FONTBOTÉ, 1980; BRELL, 1989). Esta barrera, que actualmente separa Europa de África por apenas 14 Km, no siempre ha tenido el mar por medio. En el Carbonífero, hace más de 350 millones de años, las tierras emergidas constituían un único continente: Pangea. Fu en el paso del Pérmico al Triásico, hace 270 millones de años, en que el primitivo continente de Pangea se fragmentó en dos subcontinentes: Laurasia al norte y Gondwana al sur, que permanecían unidos por la placa ibérica. Como consecuencia de la deriva continental, a finales del Cretácico y principios del Terciario, hace unos 65 millonesde años, Europa, todavía parcialmente unida a América del Norte, se separa de áfrica, abriéndose por primera vez el Estrecho de Gibraltar. Éste permaneció abierto unos 40 millones de años, hasta que a comienzos del Mioceno, hace 25 millones de años, cuando la deriva hacia el norte de la placa continental africana volvió a cerrarlo. Fue en el Plioceno, a finales del Terciario, hace cinco millones de años, cuando se abrió definitivamente el Estrecho de Gibraltar, separando África de la Península Ibérica (VALDES, 1996ª). No es extraño, por tanto, que la homología geológica de ambos lados del Estrecho de Gibraltar se corresponda con unos vínculos florísticos entre ambas zonas muy importantes (VALDÉS, 1991, OJEDA, MARAÑÓ & ARROYO, 1996; ARROYO, 1997). VALDÉS (l.c.) indica que Andalucía y el Rif poseen ambas al menos 3.500 especies, de las que un 75% son comunes a ambos territorios y el restante 25% son endemismos, ya sean de un lado o del otro del Estrecho de Gibraltar. Pero centrándonos en la orilla Sur del Mediterráneo, por su posición geográfica el N de África se encuentra en una �encrucijada� de regiones bioclimáticas, encontrándose en Marruecos influencias de las regiones Eurosiberiana (Abies maroccana, Taxus baccata, Dapne laureola), Irano-turánica (Pistacia atlantica, Noaea mucronata), Saharo-arábiga (Nothoceras bicorne, Plantago ovata, Citrullus colocynthis), Tropical (Tamaris africana, Maytenus senegalensis) y Macaronésica (Davallia canariensis, Euphorbia echinus), lo que ha enriquecido enormemente la zona desde el punto de vista biogeográfico, encontrándose en el Rif géneros centroeuropeo como Alnus, Betula o Abies, separados algunos kilómetros de otros tropicales como Aeonium o Maytenus. Sin embargo, las diferencias con estas regiones son también muy importantes, encontrándose en la zona ecosistemas que no tienen igual en ninguna otra parte del mundo y que resaltan sus peculiaridades ecológicas, como pueden ser los impresionantes bosques de cedros (Cedrus atlantica), araares (Tetraclinis articulata), almácigos (Pistacia atlantica), arganes (Argania spinosa) y acacias mediterráneas (la más frecuente es Acacia gummifera) (CHARCO, 1999). A nivel de especie el elemento endémico de la flora vascular marroquí es bastante importante. Según QUÉZEL (1999), de las aproximadamente 4.200 especies y subespecies que hay en Marruecos (la flora más rica de todo el Maghreb), unas 900 son endémicas. Sin embargo, y a pesar de su gran valor e interés científico, los ecosistemas naturales del N de África en genera y los del N de Marruecos en particular se encuentran en franca regresión. Este hecho está provocado por la fuerte presión antropozoógena que vienen soportando desde hace mucho tiempo, comenzando en el Neolítico con el desarrollo de la agricultura y aumentado exponencialmente a mediados del siglo XIX, con una fuerte explosión demográfica y un desarrollo industrial importante en Europa que incidieron en un fuerte aumento de la demanda de madera, lo que provocó la tala de bosques en diversos lugares. Este hecho se aprecia de manera notable en NW de África, correspondiéndose los bosques existentes en 1940 (y que desgraciadamente distan mucho de los que hay en la actualidad) con un 30% de los bosques potenciales de la zona (QUÉZEL & BARBERO, 1990). Aunque, estos problemas de conservación se dan en todo el NW de África (QUÉZEL, 1991), afectan particularmente a Marruecos (MIKESELL, 1960; BENABID, 1982b; QUÉZEL & BARBERO, 1990; BENABID, 2002). En la provincia de Chefchaouen, donde se encuentra la zona objeto de este estudio, se puede apreciar que los principales factores desencadenantes de la degradación de los ecosistemas naturales son demográficos y sociológicos. Esta provincia, que es montañosa en un 80% de su territorio, presentaba en 1992 una población de 386.433 habitantes, con una densidad de población de 89 habitantes por Km2, una de las más altas de todo Marruecos (AEFCS & BCEOM-SECA, 1994), estimándose entonces que en el año 2002 la población sería de 491.048 habitantes, con una densidad de 113 hab./Km2. Un dato importante es que el 90% de la población de la provincia de Chefchaouen habita en zonas rurales. Además, la zona presenta escasez de infraestructuras y una economía poco diversificada y desarrollada, con un sector pesquero poco importante pese a su gran consumo de pescado, con la artesanía poco valorada y un sector turístico limitado a la ciudad de Chefchaouen. Esto hace que gran parte de sus habitantes (un 75% de la población activa) se dedique a la agricultura, y que el grado de pobreza de la provincia sea importante (AEFCS & BCEOM-SECA, 1994). En estas condiciones, los bosques de la zona son una importante fuente de recursos para la supervivencia de la población, facilitando madera para la construcción, leña para los hogares (BENABID, 2000 afirma que el 30% de las necesidades energéticas de Marruecos se obtiene de la leña), pastoreo para la importante cabaña ganadera de la zona y nuevos suelos de cultivo. De entre todos los cultivos hay que destacar el de Kif o Cannabis sativa, que tiene una importancia económica fundamental para el Rif Centro-Occidental (QUÉZEL & BARBERO, 1990; BENABID, 2002), aunque su proliferación va en detrimento de los bosques de la zona con mayor valor ecológico, como pueden ser los cedrales o abetales. El incremento de la población actual rural en los últimos decenios ha creado unas necesidades que la naturaleza no puede cubrir de forma sostenible, de manera que el uso que se hace de los recursos es mayor que la capacidad de regeneración de los ecosistemas. Éstos han entrado en regresión, lo que implica la desaparición progresiva de la cobertura vegetal, la erosión de los suelos y la pérdida cualitativa y cuantitativa de los mismos, que provoca la tala de nuevos bosques y la rotulación de los suelos más fértiles para la implantación de cultivos, en lo que es una dinámica de retroalimentación o �feed back� en que la degradación provoca más degradación. En este contexto de degradación de ecosistemas y pérdida de biodiversidad tanto vegetal como animal, que no sólo afecta a la provincia de Chefchaouen y a Marruecos, sino que se produce a nivel global, es fundamental la política de creación de áreas protegidas, que en Marruecos ha llevado a la creación de 10 Parques Nacionales, una Reserva de la Biosfera (en los bosques de arganes, Argania spinosa) y 160 Sitios de Interés Biológico y Ecológico (SIBE) (BENABID, 2000). En la zona objeto de este estudio se encuentran dos zonas protegidas. Una buena parte de la zona de estudio se encuentra incluida en el Parque Nacional de Talassemtane, que con una extensión total de 62.289 ha. brinda protección a los abetales y cedrales del Rif Occidental Calizo. En 1995 esta zona tenía el estatus de conservación de Parque Natural (AAFI, 1995), lo que permitirá salvaguardar más eficazmente el rico patrimonio natural de la zona, disminuyendo la presión humana y animal sobre el medio natural. Ya en el año 2000 era considerado por BENABID (2000) uno de los 10 Parques Nacionales existentes en Marruecos. Sin embargo, este mismo autor dos años más tarde le asignaba el estatus anterior de Parque Natural (BENABID, 2002). La declaración definitiva del Parque Nacional de Talassemtane se ha producido en el año 2003 (LAMRANI ALAOUI, com. pers.). La otra figura de protección de la zona es el SIBE Costa Ghomara, de prioridad 3 (AEFCS & BCEOM-SECA, 1994), que da las directrices para la conservación de los ecosistemas costeros entre Chefchaouen y Bou Ahmed. Muchos son los investigadores (como HEYWOOD, 1991 o VALDÉS, 1991) que abogaban por un estudio conjunto de Andalucía y el Rif. Este estudio se ha ido concretando posteriormente con el establecimiento de algunos proyectos de investigación conjuntos entre España y Marruecos. En los últimos tiempos ha aparecido en los medios de comunicación el interés de la Conserjería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía y de la Administración des Eaux el Forêts et de la Conservation des Sols (AEFCS) de Marruecos en la creación de la Reserva de la Biosfera Bético-Rifeña por parte de la UNESCO, que englobaría los espacios naturales más emblemáticos de las provincias españolas de Cádiz y Málaga y de las marroquíes de Tánger, Tetuán, Larache y Chefchaouen, includos el Parque Nacional de Talassemtanme y el SIBE Costa Ghomara (ANÓNIMO, 2003). En este contexto general se justifica el estudio florístico que se va a presentar en esta memoria, realizado en un territorio a la vez amenazado y protegido. Esa protección que se le brinda en los últimos tiempos será más eficaz cuanto mayor sea el conocimiento del patrimonio vegetal a conservar. Este trabajo pretende ser una contribución al conocimiento botánico de esta zona, tan importante desde el punto de vista biológico y ecológico. El trabajo consta de una presentación geográfica y administrativa del área de estudio, para seguidamente describirse desde los puntos de vista climatológico, geológico, geomorfológico y edafológico. A continuación se realizará un estudio florístico de la zona, haciendo un análisis pormenorizado de los resultados obtenidos, incluyendo el componente endémico. Por último, se indicarán las conclusiones que puedan extraerse de este trabajo.
Idioma: spa