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Hoy asistimos a un hecho inédito de la historia de la humanidad; muchas personas incluso entre ellas de diversas áreas del saber ingeniería, psicología, química, filosofía, economía, etc., se declaran agnósticos, pero a la vez viven comprometidos y con coherencia los valores éticos y morales del propio cristianismo. Asistimos, pues, actualmente a una vivencia de un agnosticismo práctico más que a un agnosticismo teórico. Cualquier ciudadano hoy puede vivir tranquilamente sin adherir a una religión. Este hecho que es propio de las circunstancias actuales exige una reflexión seria sobre las razones que posibilitan ciertas actitudes agnósticas, el pluralismo cultural como desafío para un acceso a Dios, la crisis del pensamiento metafísico y la fragmentación de la razón, el cambio antropocéntrico de la filosofía y la situación de una sociedad hedonista y consumista. Todo estos aspectos traen enormes dificultades para articular un discurso sobre Dios en nuestros días, sin embargo, en este artículo se busca señalar un camino que tiene como fundamento, sin renunciar a las exigencias de la razón, la vía existencial que valora la experiencia personal del misterio de Dios. |