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El texto muestra los paradójicos rasgos de continuidad y ruptura de la práctica de la ciencias naturales y biológicas en México entre el Profiriato y los años veinte. Dicen los que saben que el presente es la lámpara con la que iluminamos el pasado para orientar nuestra ruta hacia el futuro, tan cierto es que estamos hoy aquí para iluminar los hechos de nuestra memoria científica a 200 años del Grito de Dolores y a 100 de la primera revolución que vio el siglo xx. Visto .desde hoy el año de 1910 queda muy cerca, y más allá de éste, está la primera década del siglo xx y todo el siglo XIX. No se impacienten; evitaré hablar de todo un siglo más una década, solamente vaya realizar una breve reflexión sobre la no muy visible continuidad de las Ciencias naturales decimonónicas dentro de las prácticas y discursos científicos propios de la biología mexicaria del siglo XX. Para lograr mi cometido vaya polemizar con Alfonso Luis Herrera, quien en su obra historíográfica y biológica inventó la ruptura con sus antecesores, mientras se convertía en uno de los artífices de la biología mexicana a través de sus esfuerzos por institucionalizarla, así como por generar un programa epistémico y disciplinario robusto para esta novísima ciencia de la vida en México, la cual era doblemente revolucionaria: por un lado era producto de una revolución científica mundial; por el otro, siguiendo a Herrera, se desarrolló exitosamente en el país gracias al régimen revolucionario. |